En días recientes, se ha difundido la noticia de una iniciativa de reforma a la Ley General de Salud, que propone la introducción de la eutanasia en nuestro país. En dicha reforma se habla de legalizar el «acto deliberado de poner fin a la vida de un paciente» (sic), en un conjunto de circunstancias como la enfermedad incurable e irreversible, y que el paciente lo solicite.
Esta iniciativa legislativa nos lleva a reflexionar, desde la razón y desde la fe, sobre nuestras decisiones individuales y sociales ante el final de nuestra vida terrena. La muerte, que es inevitable, no puede ser tomada a la ligera. La Declaración «Iura et bona» sobre la eutanasia dice: Es necesario reafirmar con toda firmeza que nada ni nadie puede autorizar la muerte de un ser humano inocente, sea feto o embrión, niño o adulto, anciano, enfermo, incurable o agonizante. Nadie además puede pedir este gesto homicida para sí mismo o para otros confiados a su responsabilidad, ni puede consentirlo explícita o implícitamente.
